"Cuando la nave apareció en el horizonte la muchedumbre emitió un murmullo de asombro, porque Excato había ordenado cubrir de pan de oro toda la superficie de la embarcación, e incluso las velas y los cabos habían sido embadurnados con polvo de oro mezclado con grasa aromática. El barco se llamaba Sol Naciente. La multitud, atónita, contempló aquella devastadora ostentación de poder que era conmocionante incluso para los romanos, sobre todo para los más jóvenes, que no habían convivido con los excesos de Calígula y estaban habituados a la prudencia y a la frugalidad de Claudio. Cuando la chalupa atracó en el muelle desembarcaron primero los ocho guerreros muertos, que ahora vivían con el alma de Excato y que se abrieron en abanico caminando como fantasmas. El ángel descendió el último, detrás de los imponentes gigantes armados de sus lanzas colosales, y el emperador en persona le dio la bienvenida a Roma. El desfile fue tan fastuoso que se recordó durante decenios. Los fantasmas ciegos arrojaban puñados de perlas, y los hombres de la guardia lanzaban al aire finísimas láminas de oro puro recortadas en forma de hojas de manzano, que el viento elevaba caprichosamente como un enjambre de sueños sin dueño."
Capítulo 18. "Sueños sin dueño".
Capítulo 18. "Sueños sin dueño".
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